Independientemente de que después de leer la noticia no tengamos ni idea de si se trata de la sexta o séptima edición, el Maestro viene a plasmar gráficamente lo que sufrimos a diario el colectivo periódistico: el ignominioso yugo capitalista de los mass media.
La falta de tiempo, la ambición de ser el primero siempre, te lleva a equívocos, como por ejemplo, (y que buen paralelismo) el que cometió el plumilla que redactó esta misma noticia: ¿Sexta o séptima edición? <<Lo siento, no hay tiempo de relecturas y correcciones, sube la noticia>>. Esto nos evoca una argumentación base. ¿Prefieres dudar cinco minutos antes de si se trata de la VI o VII edición o prefieres no dudar cinco minutos después?
Hoy en día vale más una pluma rápida que un plumilla de los de antaño: bigote, tirantes y esa exquisitez léxica de quien reflexiona tirando hojas a la papelera. "¿Los escritores? Esos a escribir en tapa dura". Hemos mecanizado un oficio cuya única conexión con la tecnología debería ser el sistema "alámbrico" para pasar de páginas del bloc de notas o 'notebook' (que manda huevos, tampoco se fabrican aquí).
Mejor para el negocio. Todo el mundo sabe escribir, sólo basta fomentar el rumor de que cualquiera lo puede hacer en un medio de comunicación. ¡Boom! 5.000 periodistas anuales, 5.000 becarios a los que explotar cada año. Mayor demanda - menor oferta (el resultado ya lo sabéis: 300 euros para tí, y yo me voy a comer al Bulli en mi Bentley).
Fusilar teletipos, recoger un canutazo, transcribir una entrevista... lo puede hacer la tostadora de mi casa. Vender periódicos no. El arte de antaño, la alhaja estilográfica que propugnaba el maestro es demasiado cara para ser rentable. Se ha transmutado en sensacionalismo: una foto bien gorda con un titular TIMES 86 vende más que la prosa sofisticada de quien frunce el ceño ante ese amarillismo. Total, ¿quién va a leerlo? La sociedad tiene demasiada prisa como para dedicarle cinco minutos y cinco sentidos.
Entonces si, ¿qué más da VI o VII edición? Sube ya la noticia, quizás dentro de cinco minutos no tengan tiempo de leerla.
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